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De él



Quizá vio en él las notas de la guitarra desfilando por su cuello, 
las manos largas, la espontaneidad personificada.
Quizá entendió su carisma cuando se sentaron en el muelle
y se curvaron las vértebras, bailaron colgando los pies.
La fragilidad expuesta, sus labios se curvaban, y se erizaba la piel. 
No tenía más remedio que observarle, en su belleza callada, 
en su despreocupada postura hablando del mundo. 
No tenía más remedio que guardar silencio, 
por el placer de escucharle,
por el placer de mirarle.
El enigma de sus ojos verdes que apuntaban al cielo
riéndose de sí mismo y de sus sueños.
Quizá vislumbró su inocencia escondida, su palpable alegría. 
De él eran las estrellas, por un instante.
De él el polvo dorado que conseguía elevarte
volando hacia la luna, o hacia el sol de aquella tarde...