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La belleza del mundo





Cada mañana tengo una cita con la belleza del mundo. La belleza del mundo está sentada frente a mí. La belleza del mundo cambia de silla todos los días. La belleza del mundo, al despertarme, estaba apoyada, soñadora, en el blanco de una casa al otro lado de la calle. Ayer la belleza estaba sentada con traje sastre en las flores que acababa de comprar, rosas de un blanco cremoso. 

La belleza del mundo es discreta, conoce el esplendor de la humildad.

La belleza del mundo sabe volverse invisible y pasar de incógnito sobre las alas de Mozart o en las carreras de Bach. La belleza del mundo tampoco desdeña el jazz. La belleza del mundo es hermosa por no desdeñar nada. Todo le resulta refugio, templo, escena. La belleza del mundo se puso a bailar sobre mi mesa de trabajo -una danza torpe, adorable. Sonreí. 

Me preparé una tercera taza de café. La belleza del mundo se sentó en el borde de la taza.
Después, la belleza del mundo partió en todas direcciones a la vez y yo fui a preparar una cuarta taza de café. 


Christian Bobin, Autorretrato con radiador